Parte de nuestras vacaciones veraniegas de este año vamos a pasarlas en Miranda de Ebro, punto desde el que visitaremos La Rioja y, quién sabe, quizás nos acerquemos a ílava, pero eso ya se verá. Lo bueno de no haber planificado el viaje con tiempo es que las decisiones se van tomando sobre la marcha.
Alojados en el Hotel and Go Miranda hemos comenzado muy bien. Fue una grata sorpresa encontrarnos con este alojamiento: amplia habitación, muy bien equipada, espacioso baño y wifi, ¡menudo adelanto!
Llegamos a las cinco de la tarde, tras cuatro horas de viaje sin parar. Se nos hizo corto a pesar del calor y de la monotonía de la carretera. De todos modos, ya lo comentamos mientras veníamos, por lo menos una vez al año presta ver otro paisaje diferente, sin tantas curvas, otros colores, y esas interminables pistas. En el momento en que metes quinta, sólo hay que pisar el acelerador y tirar millas.
Una vez aquí decidimos pasar la tarde tranquilamente, esperar a que pasara la tormenta que nos recibió y que agradecimos, porque consiguió crear una temperatura muy agradable, y a continuación, nos fuimos a callejear por Miranda.
Dejamos el coche en un parking público cerca de la Hospedería El Convento, cruzamos el puente sobre el río Ebro y a disfrutar. Nos gustó el ambiente de los bares y ya fichamos unos cuantos garitos para tomarnos un vinito rico de la zona. Para ilustrar este día, lo mejor, unas fotos y mi Twitter.




Llegué con 5 minutos de antelación al mostrador donde debía sacar mi billete de tren. Delante de mí, unas cuantas personas formaban cola. Dispensando tickets… nadie. Al fondo del mostrador, una chica, con uniforme ferroviario, fumaba tranquilamente un cigarrillo. Los futuros viajeros intentamos buscar gestos complices entre nosotros, de esos que quieren decir «¡Esto es increible!», «¡Voy a perder el tren!…» o cosas más groseras. Nada, decido ir a la máquina dispensadora de billetes y soportar la espera de las cinco personas que esperan pagar su viaje. La primera, una señora a la que le cuesta comprender este cacharro (muchos colores, muchas letras y poco intuitiva la maquinita); bueno, por fin lo consigue con la ayuda de la segunda de la fila, que saca su ticket en tiempo récord. Llegamos a la tercera persona que se hace un lío con el suelto, con la ida y vuelta, con adulto o niño… el tiempo pasa y yo desesperada. Entonces, escucho por los altavoces que el tren que tengo pensado coger va a efectuar su salida en breve. Me salgo de la fila, sin billete, y corro hasta el tren pensando en la vergí¼enza que el revisor me va a hacer pasar por no pagar el viaje… ¡Profecía autocumplida! El tiquero me echa una bronca monumental mientras el resto de viajeros escuchan atentamente entre la vergí¼enza ajena, el morbo y la solidaridad (porque seguro que en algún momento a ellos también los pasó o a alguien próximo a su círculo)
Los paisajes y la fotografía te hacen sumergirte en el ambiente, la historia es muy interesante, y tanto los protagonistas como el resto del reparto, estrellas consagradas del celuloide. Además, me ha parecido muy instructiva y que permite de una manera bastante pedagógica, enseñar a los críos a conocer aspectos nuevos de la naturaleza, de los animales y del respeto al medio ambiente.
En el capítulo de hoy, Bombo quería ser más valiente y audaz, entonces, armándose de valor y acompañado de Rossi, van a ver a la Montaña de basura, que le aconseja que podrá serlo siempre que lleve su gorra. Bombo es feliz, sabe que siempre estará acompañado de su gorra y entonces, es cuando se cree lo valiente que es. Pobre Bombo: cuando – en un momento – la gorra sale volando, queda destrozado, se siente débil otra vez. Descuidó las cosas que había hecho por sí mismo, responsabilizando a la gorra de sus éxitos, en lugar de otorgarse el mérito a sí mismo, y a las cosas que consiguió hacer.
¡Pero si aún no ha nacido la criatura y ya sus padres, en junio de este año, tenían que haber previsto que en abril del 2006 necesitarían medidas para poder conciliar su vida y su trabajo! ¿Cómo se puede matricular en un curso a una persona que aún no ha asomado sus piesecitos por aquí?
Si me quedo con la primera opción tendría que admitir que soy un perro verde en medio de una jauría de buitres; si acepto la segunda, me convertiría en Sith. La verdad que ninguna de las dos opciones es muy tentadora, aunque si decido meterme en la ilusión de alternativas que acabo de proponer, ser perro y verde a lo mejor tampoco está tan mal.
Las sesiones de trabajo fueron muy prácticas (para leer y saber teoría ya están los libros), así que durante el viernes estuvimos visualizando -por la mañana- una 1ª entrevista a una familia y la queja de ésta, parando cada poco y explicando las metas conseguidas, las intervenciones realizadas, etc. y -por la tarde- lo mismo pero con una queja manifestada por una pareja. De esta manera, vimos dos primeras sesiones reales hechas por Salvador Minuchin.