Después de disfrutar de una semana en Mallorca hay que hacer repaso de todos los lugares encontrados, de las calas de aguas turquesa, de los recovecos y de los buenos momentos.
A efectos prácticos, toca apuntar que la posibilidad de alquilar un apartamento en el centro de Palma es una muy buena opción para poder disfrutar en cualquier momento del paseo por sus callejuelas, de degustar una de las mejores ensaimadas de la ciudad en Can Joan de s’Aigo, de tomar una copa de vino o de un vermú en algunos de sus locales, como por ejemplo, en la vermutería La Rosa, de comprar algún recuerdo – especialmente recomendado La Insular– o cerámica de la tierra que se puede encontrar a buen precio en el Mercado del Olivar. También, para un apuro puedes darte un baño en la Playa de Palma.Si además, alquilas coche para poder recorrer la isla, sus pueblos y ciudades están exquisitamente cuidados, al detalle y mantienen la esencia de lo antiguo. Además, en Palma hay varios párkings donde dejar el coche todo el día y a buen precio. Tal es el caso del Parking Saba Sa Gerreria.
En este primer viaje a Mallorca pudimos descubrir:
Portopetro: Después de un baño en algunas de las calas cercanas, una opción para terminar la tarde es visitar este puerto, tan pintoresco.
Artá: se trata de un pueblo tradicional en medio de un gran valle a los pies de una pequeña montaña en el noreste de la isla. Desde la fortaleza Santuari de Sant Salvador (1832) se puede ver todo el pueblo. Para descansar, qué mejor que tomar algo en Café Parisien, un local decorado con mucho gusto.Felanitx: un pueblo tranquilo que a finales de agosto engalana sus calles para festejar San Agustín.
Alcudia: si la visitas de miércoles podrás callejear entre los puestos del mercadillo y terminar la mañana con unas estupendas tapas en la Cerveseria Santa Anna.
Banyalbufar: el nombre de Banyalbufar es una palabra nacida de una combinación del árabe y el catalán que significa enclavado en el mar. Es una zona con casas en las laderas de la montaña y un sistema de riego de acueductos, en funcionamiento en la actualidad. Una de sus calas, la Cala de Banyalbufar se encuentra al pie de un acantilado y de la Serra de Tramuntana. Se puede dejar el coche en cualquiera de los parkings habilitados casi a pie de playa o en lo alto del pueblo y bajar caminando, mientras uno se maravilla con las vistas.Sóller: es un precioso pueblo al noroeste de la isla. A unos 3 kilómetros está su puerto, desde el que puedes dar un tranquilo paseo, tomando un deliciosos helado de almendras de Mallorca mientras ves el atardecer.
También se pueden visitar otras localidades como Manacor, Santanyí, Pollení§a, Deií y conocer un poco más a sus gentes y sus contrastes.
Y, por supuesto, sus calas de aguas color azul turquesa o verde esmeralda, con una temperatura espectacular, seguras y muy, muy paradisíacas:
Cala Llombards: a 7 kilómetros de Santanyí. Es una cala de arena blanca, que se prolonga muchos metros hacia el interior, flanqueada por acantilados altos, muy accidentados. Está muy frecuentada por familias. El acceso por carretera es sencillo, se puede dejar el coche de manera gratuita en el amplio aparcamiento junto a la playa o en la propia urbanización y bajar caminando por unas escaleras.
Cala Mondragó: está en Santanyí. Se trata de una cala de arena, piedras y roca. Hay también un área recreativa donde poder comer a la sombra. Unida por un camino de piedra se encuentra la Cala S’Amarador.
Cala Murada: es una playa de arena con zona de roca en los laterales situada en la urbanización Cales de Mallorca en Manacor. De fácil acceso y con muchas opciones para dejar el coche, incluso a la sombra. En temporada alta es una playa muy concurrida por turistas. Sus aguas tranquilas y la zona rocosa permiten disfrutar -si llevas gafas y snorkel- de la cantidad de peces de diferentes colores y tamaños que se pasean por el fondo marino.
Caló des Moro: es una cala de arena y rocas situada cerca de Cala Llombards, en Santanyí. Es bastante pequeña y se accede -tras dejar el coche en un párking en la urbanización Cala S’Almonia– caminando durante unos 15 minutos por un sendero entre pinos y bajando por un camino de arena. Tanto la Cala des Moro como S’Almonia están muy cerquita la una de la otra.
Cala Mijor: es una playa urbana con un arenal extenso, de grano fino de color blanco, escasa pendiente, agua azul y transparente. Debido a su cercanía a hoteles de la zona y su facilidad es de las más concurridas.
Cala Mesquida: es un gran arenal de arena blanca y fina con aguas cristalinas situada en Capdepera. Dado su alto número de turistas que la visitan a diario puede quedarse corto el aparcamiento, por lo que es recomendable llegar temprano. Su amplitud hace que cuando sopla mucho el viento puede que haya bandera roja, lo que impide el baño.
Platja de Coll Baix: sin duda la de más difícil acceso de las que visitamos, pero merece la pena el esfuerzo. Es una cala de grava muy fina, situada a unos 8 km de Alcúdia. Desde el aparcamiento hay una pista que se convierte en rocosa y se complica en el último tramo bordeando la costa, de ahí que sea recomendable ir con calzado cerrado. El camino dura una media hora. Al llegar tendrás la recompensa de un merecido baño con la compañía de alguna que otra cabra.
Cala Deií : se trata de una cala de piedra. Hay opción de dejar el coche, en zona azul, prácticamente al lado. También hay un par de restaurantes donde poder comer y disfrutar de las espectaculares vistas. Es muy pequeña con lo que suele estar abarrotada de gente. Para darse un chapuzón y seguir visitando otras calas merece la pena la visita. Hay una zona en las rocas desde la que se tiran al mar los más temerarios y algún que otro despistado.
Playa de Es Trenc: el último chapuzón y la despedida la hicimos en este amplio arenal, en la localidad de Campos, rodeado de pinos y salinas. Se llega por una estrecha carretera hasta un amplio aparcamiento (en el que se pagan 4€). Sus aguas tranquilas, con poca profundidad y agradable temperatura, suelen convertirla en una playa concurrida y perfecta para familias con niños.



























Llegué con 5 minutos de antelación al mostrador donde debía sacar mi billete de tren. Delante de mí, unas cuantas personas formaban cola. Dispensando tickets… nadie. Al fondo del mostrador, una chica, con uniforme ferroviario, fumaba tranquilamente un cigarrillo. Los futuros viajeros intentamos buscar gestos complices entre nosotros, de esos que quieren decir «¡Esto es increible!», «¡Voy a perder el tren!…» o cosas más groseras. Nada, decido ir a la máquina dispensadora de billetes y soportar la espera de las cinco personas que esperan pagar su viaje. La primera, una señora a la que le cuesta comprender este cacharro (muchos colores, muchas letras y poco intuitiva la maquinita); bueno, por fin lo consigue con la ayuda de la segunda de la fila, que saca su ticket en tiempo récord. Llegamos a la tercera persona que se hace un lío con el suelto, con la ida y vuelta, con adulto o niño… el tiempo pasa y yo desesperada. Entonces, escucho por los altavoces que el tren que tengo pensado coger va a efectuar su salida en breve. Me salgo de la fila, sin billete, y corro hasta el tren pensando en la vergí¼enza que el revisor me va a hacer pasar por no pagar el viaje… ¡Profecía autocumplida! El tiquero me echa una bronca monumental mientras el resto de viajeros escuchan atentamente entre la vergí¼enza ajena, el morbo y la solidaridad (porque seguro que en algún momento a ellos también los pasó o a alguien próximo a su círculo)
En el capítulo de hoy, Bombo quería ser más valiente y audaz, entonces, armándose de valor y acompañado de Rossi, van a ver a la Montaña de basura, que le aconseja que podrá serlo siempre que lleve su gorra. Bombo es feliz, sabe que siempre estará acompañado de su gorra y entonces, es cuando se cree lo valiente que es. Pobre Bombo: cuando – en un momento – la gorra sale volando, queda destrozado, se siente débil otra vez. Descuidó las cosas que había hecho por sí mismo, responsabilizando a la gorra de sus éxitos, en lugar de otorgarse el mérito a sí mismo, y a las cosas que consiguió hacer.
¡Pero si aún no ha nacido la criatura y ya sus padres, en junio de este año, tenían que haber previsto que en abril del 2006 necesitarían medidas para poder conciliar su vida y su trabajo! ¿Cómo se puede matricular en un curso a una persona que aún no ha asomado sus piesecitos por aquí?