Buceando en las páginas

He visto en Verdades a Medias una cadena bitacorera que me ha llamado la atención. Te pide que sigas las siguientes instrucciones:

  1. Tome el libro más cercano.
  2. Ábralo en la página 23.
  3. Busque la quinta oración.
  4. Postéela en su blog junto con estas instrucciones.

Ilustración de Alan Lee para el libro «El Hobbit»Me gustó este juego, jugué y este es el resultado:

Luego bajó por las laderas, y los bosques empezaron a arder.

¿Has adivinado? Clarooooo!!! Algunas personas que me conocen ya sabrán que se trata de El Hobbit, de J. R. R. Tolkien, una preciosa joya ilustrada por Alan Lee. Fue un regalo de Pablo que tengo guardado en mi mesita de noche.

Imagínate que tú sigues las instrucciones, ¿con qué nos sorprenderás? Me gustaría saberlo…

El arte de amargarse la vida: cómo convertir lo cotidiano en insoportable

Portada del libro «El arte de amargarse la vida», de Paul WatzlavickAcabo de leer por segunda vez un libro que me encanta y que estoy segura que leeré una tercera. Se titula «El arte de amargarse la vida», de Paul Watzlawick, psicoterapeuta miembro del equipo de Palo Alto y estudioso -entre otras cosas- de la pragmática de la comunicación humana. Vamos, uno de mis ídolos y de cuyos escritos soy fiel seguidora….

En este libro cuenta la posibilidad de tener una vida amargada siguiendo dos caminos distintos:

  1. Debido a circunstancias de la vida que te arrastran hacia la decadencia (aspecto en el que no incide)
  2. A través de lo que considera un arte: amargarse la vida a propósito. Te da las claves e incluso ejercicios para aprender a hacerlo.

Entre las pistas para conseguir perjudicarte plantea la posibilidad de, como solución ante un problema, intentar aplicar más cantidad de lo mismo, ya intentado sin éxito. Dos ejemplos:

  • Si no entiendo lo que me estás diciendo, dime lo mismo (con las mismas palabras), pero más alto, que seguro que así lo comprendo mejor.
  • Cuando por las noches programo el despertador para madrugar a la mañana siguiente, suelo dudar de si apreté o no la clavija. Como solución, lo que intento es comprobar una y otra vez que la clavija está en el «on» y no en el «off». Esta solución sólo consigue tranquilizarme durante unos segundos, porque inmediatamente vuelvo a tener la misma duda. Entonces, ¿qué hago? Precisamente eso, volver a enceder la luz de la lámpara y ver si la clavija está en su sitio (Freud me llamaría neurótica, Watzlawick es bastante más benévolo).

De este modo, una siembra más cantidad de la misma solución para recoger mayor cantidad de la misma desgracia. Pues esto se puede aplicar tanto a pequeñas incomodidades del día a día como a problemas mayúsculos.

Recomiendo a todas las personas que puedan, utilizar esta guía para hacerse expertas amargadas. Así sabrán lo que están haciendo, serán responsables (conscientemente) de sus desgracias, sin echar balones fuera creyendo que su mala suerte se debe al mal de ojo que le echó la vecina o al espíritu de su difunta esposa que le sigue atormentando ahora que encontró una nueva pareja.